viernes, 3 de junio de 2011

JOHNNY WINTER: EL COLOR NO IMPORTA

Johnny es albino. En una era en la que todo el mundo quiere parecerse a los demás, esto podría parecer una bendición. Pero es de suponer que no debió de tenerlo fácil. No es que se metiese a músico de blues por eso. Pero el hecho de ser "diferente" debió de haber sembrado en sí sensaciones muy intensas. Y el blues trata de eso, de sensaciones (sobre todo). Y Johnny Winter demostró que el blues, la música en general, no entiende de colores de piel. Su mensaje es el mismo que mandaron los grandes músicos negros: tocar y cantar con el alma, más allá de lo tecnicamente bueno que uno pueda llegar a ser. Y está claro que el texano consiguió ser una leyenda viva del blues, y más tarde del rock (lastrada en parte por su dilatada adicción a la heroína), desde que a los 11 años cambiara las clases de clarinete por las de guitarra (previo paso por el ukelele de su padre). B.B. King, al que deslumbró en una de sus primeras actuaciones cuando tenía 14 años, Muddy Watters, a quien produjo sus ultimos 3 elepés de su carrera, o Albert Collins, con quien colaboró en los 80, pueden dar buena fe de ello. Además están sus primeros discos como prueba de su enorme talento: la pureza de un Lp como "Johnny Winter"(69), un disco de raíces con alma que contiene maravillosas canciones como Good Morning Little School Girl o I'm yours and I'm hers, o el inmenso trabajo "Johnny Winter And"(70) están para demostrarlo. Este último rebosa lecciones de blues negro por los cuatro costados. Un bluesman en su momento de mayor explendor. Acompañado por grandes músicos como el guitarrista Rick Derringer que firma el hit Rock And Roll Hoochie Koo, una de sus mejores y más reivindicativas piezas. Un disco repleto de canciones reales. Desde la poderosa entrada blusera de Guess I'll Go Away, pasando por los surcos más rockeros de Look Up o Nothing Left (con evidentes reminiscencias a Hendrix) hasta la balada de turno, Let The Music Play, composiciones donde Winter enseña el camino/sonido a seguir a futuros bluesman blancos que irrumpirían en los 70. Un blues de nuevo cuño. Un blues agrietadamente electrizado, del que Jimmy Thackery, Steve Ray Vaughan y tantos otros blanquitos tomarían buena nota.

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